El 23 de octubre el país será definitivamente otro; tal como sucedió el 14 de agosto, después de la hecatombe que provocó el resultado de las primarias abiertas; donde Milei rompió todos los cálculos, hasta los más optimistas. O más precisamente cuando más de siete millones de ciudadanos sorprendieron con su decisión de darle la espalda a los partidos tradicionales y apuntalar al libertario contra todos los pronósticos. Patearon el hormiguero, o mejor aún, patearon la grieta y sacudieron a los agrietados; pero abrieron otra, en una renovada versión de ellos y nosotros.
¿La bronca de estos mileístas contagiará a otros descontentos con la dirigencia tradicional o a los afectados por la crisis económica y social a tal punto de hacerlo ganar en primera vuelta? Los propios contendientes del líder de La Libertad Avanza admiten que sólo juegan por alcanzar el segundo puesto, y si eso los deposita en el balotaje, mejor. ¿Por qué tendría importancia salir segundo? Porque en los términos que Milei plantea la lucha -casta versus políticos clásicos-, se generará una nueva división, donde él estará en un extremo y en el otro debería estar, como contrapeso político, este eventual segundo.
Tanto Massa, en el peronismo, como Patricia Bullrich, en Juntos por el Cambio -si es que no estalla después de la posible catástrofe electoral-, tratarán de emerger como los líderes de la oposición al libertario. Para eso es clave salir segundo. No es sólo una cuestión electoral, es una prioridad política. Instalarse en ese rol no será fácil, porque cada coalición tendrá sus propias internas, una más explosiva que la otra, con muchos dirigentes en carrera por liderar esos espacios frentistas.
Si Bullrich pierde, los amarillos del PRO corren serios riesgos de ser arrasados por los correligionarios, ya que los radicales, a partir de haber ganado varias provincias, están en una posición inmejorable para exigir conducir el espacio. Ya bastante sufrieron a Macri, que por cierto nunca tuvo simpatías por la UCR. A los radicales les podría llegar la hora de “independizarse” de los amarillos del PRO y pasar a conducirlos en lugar de ser el furgón de cola que vinieron siendo. De hecho, el que Rodríguez Larreta y Bullrich hayan llevado a radicales como candidatos a vicepresidente significó un paso adelante respecto del ninguneo macrista de 2015 y de 2019, cuando Macri llevó como segundo a la amarilla Gabriela Michetti y luego al peronista Miguel Pichetto.
Al radicalismo se le abre una gran oportunidad: podría resurgir en el escenario nacional, desde donde fue desalojado por gestiones que los marcaron negativamente en la memoria popular, especialmente la caótica administración de Fernando de la Rúa, que dejó la icónica imagen yéndose de la Casa Rosada en helicóptero. Sin embargo, con los resultados electorales que se van dando en las provincias las acciones mayoritarias en la coalición opositora han cambiado de mano y pueden reducir al PRO a la CABA, desde donde ganó proyección nacional.
De alguna forma, sus primos peronistas pueden ir por un sendero parecido si es que Massa se impone -si ese milagro político-electoral ocurre, claro-, ya que podría emerger como el nuevo líder del justicialismo y reducir el margen de maniobra de Cristina y del kirchnerismo. ¿Resurgimiento del peronismo con Massa? El tigrense tiene su propio espacio, el Frente Renovador, por lo que no cabe verlo de vuelta en el PJ, pero sí logrando que el ala derecha del movimiento tome vuelo, en un tiempo donde parece que la sociedad ha decidido correrse hacia ese extremo. ¿Regreso del menemismo agazapado? En un tiempo menemistas fueron todos.
La sorpresa no se agotó con el resultado de las PASO, pues resulta que ahora Massa tendría más posibilidades que Bullrich de ser segundo. Increíble que tenga chances en función de los índices económicos y sociales del país. Eso era impensado antes de las primarias, menos que la fórmula de Juntos por el Cambio se haya desinflado, especialmente porque no pueden retener los votos de Rodríguez Larreta y, además, porque los que se consideraban “votos naturales” de JxC han migrado hacia el libertario.
Así, el ataque concentrado de la coalición opositora sobre el ministro de Economía es un doble reconocimiento por parte de la fuerza: que luchan por el segundo puesto y que de ese lugar quieren “bajar” como sea a Massa. Seguramente esta noche, en el debate de los candidatos presidenciales se haga evidente la estrategia, cuando Bullrich concentre sus dardos sobre el aspirante de Unión por la Patria. Sin embargo, no puede agotarse en esa acción, por cuanto su enemigo de pecera es Milei, y tiene que seducir a ese electorado que perdió y que daban por descontado antes de las PASO.
Para ella la misión será más que difícil, aunque ya demostró ser una gran polemista, con un perfil de persona confrontativa y que no se le calla a nadie; desde esa perspectiva puede sacar alguna ventaja y protagonismo. Será a todo o nada, cara a cara. Aunque salir bien parado de un debate, por más chicanas e ironías que se hagan, no asegura más votos, y menos que se de vuelta una elección.
Milei, con su discurso, se presenta como el que puede estar más cómodo, porque sólo tiene que poner a todos sus contrincantes bajo el mote de “casta”, él contra todos. Es el papel que tiene que ejecutar; así ganó las primarias. ¿Por qué cambiar? Sus simpatizantes, los que se identifican con él, esperarán verlo atacando a todo esos de la casta, gritándoles todo lo que les viene diciendo. Hasta insultos de por medio. Es lo que más les atrae de la personalidad del libertario. Más ofensas y menos propuestas. Si invierte esas opciones corre el riesgo de perder adeptos, esos nuevos fanáticos del tiempo del libertario.
Esos votantes enviaron una potente señal a la clase política y cualquiera sea el resultado final de las elecciones de este año, ese mensaje de agosto no podrá desatenderse, de alguna manera, sea quien sea el que tome las riendas del poder, no podrá descuidar a esos millones de votantes que dijeron claramente que no quieren más de lo mismo. O sea, menos inflación, menos pobreza, más trabajo, mejores salarios, menos corrupción, más honradez, menos promesas, más concreciones; en fin, más bienestar general, menos zozobra e intranquilidad.
Y no sólo es válido en el plano nacional, los ecos del mensaje de aquellas urnas de agosto seguirán resonando y repiqueteando en la provincia también. Porque nadie puede hacer oídos sordos, menos los que ejercerán la conducción de Tucumán, ellos también deberán acomodar sus conductas y acciones en función de los nuevos vientos y exigencias que han dejado al descubierto esos millones de votos que acompañaron a Milei. En la provincia 300.000 votos dijeron que querían algo distinto a lo que ofrecían el oficialismo y la oposición principal, sumándose a la ola nacional.
Está claro qué es lo que disgustó a esos miles de votantes, los que asuman saben que tienen que acomodarse en esa dirección; ¿y los de Tucumán, que deberán priorizar para estar a tono? Al margen de acomodar los números y atender las cuestiones económicas, hay dos cuestiones político institucionales que se van a tener que acometer, porque hay compromisos verbalmente asumidos de por medio: reforma del sistema electoral y ley de transparencia o de acceso a la información pública. La oposición tucumana lo viene pidiendo a gritos, pero el peronismo no lo facilita.
Con los nuevos vientos, la nueva presión ciudadana, algo podría cambiar y tal vez ahora en el PJ se acepte el debate de ambas cuestiones. Avanzar sobre una reforma electoral será más complicado, debido a que el acople le viene como anillo al dedo al justicialismo y a los compañeros, y casi le garantiza la continuidad en el poder, sin embargo -y es lo que debe tenerse en cuenta- 300.000 votos han dicho que algunas cosas se tienen que modificar.
La pregunta es si en el peronismo, desde el Gobierno, impulsarán un sistema electoral alternativo, y cómo. Porque el esquema de colectoras tiene rango constitucional y parece lógico que para alterar las reglas de juego se retoque la Carta Magna. Complicado, a no ser que algún genio le encuentre la vuelta legal a la alteración, o que aparezca otro genio proponiendo un nuevo régimen de votación. Difícil.
Lo de la ley de acceso a la información pública, para conocer básicamente cómo distribuye sus recursos el Estado puede ser menos dificultoso. Hubo varias propuestas desde 2016 a la fecha, de oficialistas y opositores. Se podría avanzar allí, solamente el peronismo tendría que aceptar que cualquier ciudadano pregunté cómo se gasta el dinero público, y responderle. El manejo de los fondos no reintegrables pone en duda que se pueda avanzar por ese lado. Sin embargo, no se podrá eludir el debate, porque el nuevo tiempo así lo exige.